Introducción: El auge de las alternativas en una sociedad desencantada
En nuestra sociedad actual, observamos un creciente desencanto con los sistemas establecidos y una búsqueda desesperada de nuevas prioridades. Este fenómeno ha dado lugar a la popularización de diversas corrientes alternativas, desde la medicina oriental hasta el psiquismo. Sin embargo, es crucial analizar con rigor la efectividad de estas alternativas, ya que el éxito de cualquier tendencia cultural o sociológica la hace susceptible a la corrupción.
El desengaño brutal que experimentan muchas capas de la sociedad ha creado un terreno fértil para la proliferación de estas alternativas. No obstante, es fundamental mantener una postura crítica y no asumir que todo lo que se presenta como un retorno al equilibrio y la armonía, proclamado por las críticas al postmodernismo, sea bien entendido o beneficioso.
La Filosofía Oriental y el New Age: Un cóctel de ideas antiguas y modernas
La Filosofía Oriental ganó numerosos adeptos a partir del movimiento New Age, inspirado en la llamada Era de Acuario. Muchas de estas corrientes están imbuidas de conceptos místicos, y aunque no todas han derivado en movimientos esotéricos o sectarios, muchas sí lo han hecho. Una simple búsqueda en Google sobre «New Age» arroja millones de resultados, evidenciando la amplitud y diversidad de este fenómeno.
Es importante reconocer que la filosofía oriental ha llegado a Occidente en diferentes fases temporales, de manera similar a cómo evolucionan las palabras en el lenguaje. Mientras que ahora entra directamente a través del Zen japonés, históricamente evolucionó desde Confucio y Lao Tse, pasando por Buda, y llegando a Occidente a través del Helenismo y, posteriormente, del cristianismo.
La influencia del Orientalismo en el pensamiento de Jesús de Nazaret ha sido ampliamente debatida, y se puede observar un cambio significativo en el pensamiento entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Además, otras religiones como el zoroastrismo y las creencias egipcias han dejado una fuerte impronta de esoterismo en estas corrientes.
El «virus» del esoterismo: La atracción de lo misterioso
En este contexto, defino como un «virus» la inclusión de elementos esotéricos (astrología, interpretación de los astros, oráculos) en estas corrientes filosóficas. Este «virus» prospera porque, aunque sea falso, cumple con un principio fundamental del marketing: los conceptos que venden son aquellos que el consumidor entiende y quiere sentir, independientemente de su veracidad.
Este fenómeno se observa en la popularidad de prácticas como el tarot, la astrología, y las «ciencias ocultas». Estas ideas, a pesar de carecer de base científica, perduran porque ofrecen explicaciones simples y aparentemente profundas a problemas complejos de la vida.
La simplicidad engañosa: El atractivo de las explicaciones fáciles
Una lección clave en el mundo de la comunicación es que, para que una idea cuaje entre los consumidores, debe producirse un momento «¡Ajá!» de comprensión instantánea. Las ideas complicadas, aunque sean ciertas, tienden a ser ignoradas. Un ejemplo claro es la popularidad de dietas basadas en grupos sanguíneos, que, a pesar de carecer de base científica, son fácilmente comprensibles para el público general.
Este fenómeno se ilustra perfectamente con el caso de un régimen alimenticio basado en grupos sanguíneos. Aunque completamente infundado científicamente, este régimen ha ganado popularidad debido a su narrativa simple y aparentemente lógica sobre la evolución humana y la dieta.
La falta de formación científica: Un terreno fértil para la pseudociencia
La mayoría de la gente carece de formación científica sólida, lo que dificulta la aplicación del método científico para discernir entre la verdad y la pseudociencia. Esto permite que ideas sin fundamento científico, pero fácilmente comprensibles, se propaguen rápidamente en la sociedad.
La aplicación del método científico, con sus principios de replicabilidad y falsabilidad, es fundamental para distinguir entre la ciencia real y la pseudociencia. Sin embargo, la sociedad en general no tiene las herramientas para aplicar este método a cada nueva idea que surge. Como resultado, las ideas que «tienen alas para volar» se propagan, independientemente de su validez científica.
El caso de la homeopatía: Un ejemplo paradigmático de pseudociencia popular
La homeopatía, establecida por Samuel Hahnemann en el siglo XVIII, ilustra perfectamente este fenómeno. Aunque se basa en principios sin evidencia científica, su simplicidad y su aparente similitud con conceptos como las vacunas la hacen atractiva para muchas personas.
Hahnemann desarrolló la homeopatía en respuesta a las prácticas médicas de su tiempo, que a menudo causaban más daño que beneficio. Su principio de «similia similibus curentur» (lo similar se cura con lo similar) resuena con el concepto moderno de vacunas, lo que hace que la gente diga «¡Ajá! Lo entiendo», a pesar de la falta de evidencia científica. Un poco más cercano al Ayurveda hindú, y a la Medicina tradicional china, todos ellos conceptos con la idea de que el concepto de enfermedad es más holístico. La raíz del mal es espiritual y no física, empezando por síntomas emocionales para volverse en síntomas mentales, conductuales y físicos.
Para Hahneman las enfermedades tienen origen en desequilibrios del espíritu. Hoy sabemos muchas más cosas. Sabemos que Hahneman tenía algo de razón, pero erró en su diagnóstico. La evidencia era clara, la gente sufría mucho por los problemas llamados del alma, y eso tenía consecuencias nefastas para la salud. Pero en aquel tiempo de desconocimiento, a menudo se llegaba a conclusiones erróneas. Hahneman dijo que no existía ni el veneno de la tuberculosis, ni la materia de la gota. Que todo estaba en la mente. Pues sí, hay mucha cosa en la mente, pero a la vez existe la bacteria Mycobacterium tuberculosis causante de la tuberculosis y los cristales de urato monosódico que depositados en las articulaciones causan lo que conocemos como gota. Ahora ya sabemos que hay conexiones entre el cerebro y el sistema inmunitario: El córtex frontal y el sistema límbico regulador de las emociones, están íntimamente conectados con los linfocitos T y el cortisol que son nuestros reguladores del sistema inmunodefensivo. Una infusión no nos hará daño, pero lo que curará será el estado de ánimo
Productos homeopáticos como el Oscillococcinum, a pesar de carecer de cualquier principio activo demostrable, generan ventas millonarias. La historia del Oscillococcinum es particularmente ilustrativa: fue desarrollado por Joseph Roy, quien creía haber descubierto una bacteria vibratoria llamada «oscillococcus» que supuestamente causaba diversas enfermedades. Dijo que su reservorio estaba en los hígados de ciertas aves acuáticas. Usando estos hígados triturados y diluidos hasta la infinitud, y rociando azucarillos con esta sustancia, Hahneman obtenía una “vacuna” para esta bacteria. Aunque ningún otro científico ha observado jamás esta bacteria, el producto sigue siendo inmensamente popular.
La preparación del Oscillococcinum implica una dilución tan extrema que, matemáticamente, es imposible que contenga siquiera una molécula de la sustancia original. Además, su eficacia, decía Hahneman, mejoraba al golpear el frasco de la dilución en una Biblia, a poder ser de cuero. A pesar de semejantes idioteces, su popularidad persiste, en parte debido a los fracasos de la medicina alopática al descuidar los aspectos humanos y espirituales de la enfermedad, y en parte al desconocimiento científico de la población.
El efecto placebo y la psicología social: El poder de la mente en la curación
Estudios demuestran que el efecto placebo es más potente cuanto más caro es el tratamiento. Además, la complejidad de los rituales asociados a un tratamiento puede aumentar su eficacia percibida. Estos fenómenos son explicables desde la psicología social y demuestran la importancia de los factores psicológicos en la percepción de la eficacia de los tratamientos.
Mi suegro ginecólogo, había observado que cuanto más complicadas eran las actividades que debían realizar las pacientes en torno al tratamiento, más efectivo parecía volverse. Esto subraya la importancia de los aspectos psicológicos y rituales en la percepción de la eficacia de un tratamiento.
Es importante señalar que el efecto placebo no es una mera ilusión. Las conexiones entre el cerebro y el sistema inmunitario, como la relación entre el córtex frontal, el sistema límbico y los linfocitos T, demuestran que nuestro estado mental puede tener efectos reales en nuestra salud física.
El papel de los políticos y los profesionales de la salud
Es crucial que tanto la comunidad médica como los políticos apliquen criterios rigurosos de eficacia a estos remedios alternativos. La inclusión de grupos homeopáticos en organizaciones profesionales médicas y farmacéuticas, así como la oferta de estudios reglados de homeopatía en algunas facultades de medicina, son preocupantes y probablemente se explican por razones económicas más que científicas.
Aunque en algunos casos los tratamientos alternativos pueden tener cierta utilidad al reforzar el sistema inmunitario a través del efecto placebo, es importante distinguir entre este efecto y la eficacia real de un tratamiento. Los políticos y los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de aplicar los mismos criterios de eficacia a estos remedios que a los tratamientos convencionales.
Conclusión: La necesidad de rigor científico y pensamiento crítico
La popularidad de corrientes pseudocientíficas y esotéricas no se explica sino por la necesidad de la gente de comprender fenómenos complejos y por la existencia de individuos que se aprovechan de la falta de cultura científica. Es responsabilidad de todos fomentar el pensamiento crítico y el rigor científico para contrarrestar la propagación de estas ideas potencialmente perjudiciales.
El postmodernismo donde todo es relativo y todo vale, permite fenómenos mediáticos como «El Secreto» o la proliferación de horóscopos y tarot en los medios de comunicación. Es fundamental disociar las búsquedas legítimas de nuevos paradigmas de pensamiento de las explotaciones comerciales de la credulidad y la falta de conocimiento científico.
En última instancia, el desafío consiste en encontrar un equilibrio entre la apertura a nuevas ideas y el mantenimiento de un escepticismo saludable basado en la evidencia científica. Solo así podremos navegar el complejo paisaje de ideas y creencias que caracterizan nuestra era, evitando caer en las trampas de la pseudociencia mientras permanecemos abiertos a genuinas innovaciones en el pensamiento y la comprensión humana.
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