Perdí a mi padre hace pocos meses. Una amiga perdió a su marido, a su ex y a su perro en pocos meses. Estoy finalizando una fusión de dos empresas centenarias. La Inteligencia artificial está generando angustia en muchas profesiones. Para sobrevivir tendremos que hacer cambios. Cambios radicales. En todos los ámbitos.
La autoayuda está llena de recetas para abordar el cambio, pero me ha parecido oportuno rescatar unos pequeños conceptos de lo que representa el impacto del cambio en nuestra psicología. No subestimemos el cambio, por muy pequeño que sea, pues tiene grandes repercusiones en todos los individuos. El cambio nos afecta, y a la vez cada uno de nosotros generamos cambio en nuestro entorno. Para sobrellevarlo es necesario tomar consciencia plena y saber qué estamos haciendo en cada momento y por qué para no perder el control.
Recuerdo mi primer despido. Fue el director general que tenía en Portugal. De hecho, se auto inmoló él mismo en una presentación al presidente europeo. No fue necesario que pusiera mucho de mi parte, pero me causó angustia. Luego vino la restructuración de toda la red de ventas. En el ámbito corporativo esto es el pan de cada día, y no envidio a los amigos que permanecen en él.
No me centraré en términos de negocio sino en términos interpersonales, en términos emocionales: Una de las reglas para despedir a las personas es hacerlo un viernes, de manera que el interesado tenga tiempo de digerirlo el fin de semana, y no experimente un choque al día siguiente, cuando el portero o los vecinos le digan: ¿Y pues? ¿Que no vamos a trabajar hoy?
Dar una mala noticia. Una muerte de un familiar. La noticia de un despido, provoca un choque. Se ha popularizado el libro de Elisabeth Kübler-Ross, una enfermera que al cabo de mucho tiempo de tener que enfrentarse con la reacción a la noticia de la muerte pudo observar que se producía el mismo fenómeno en la mayoría de humanos ante esta adversidad. Kübler-Ross en su libro de 1969 «On Death and Dying» describe estas reacciones. Los estadios son conocidos como «Las Cinco Etapas del Duelo».
El modelo Kübler-Ross describe el proceso por el que la gente pasa después de una situación traumática. Se dice un proceso de duelo. Y ella identifica cinco etapas bien diferenciadas, aunque hoy en día hay gente que ve siete.
Las etapas son:
- Negación o Incredulidad: «Me encuentro bien.»; «Esto no me puede pasar.»
- Rabia: «¿Por qué yo? ¡No es justo!»
- Negociación: «¡Sólo si pudiera ver graduar a mis hijos en la universidad!”, “A cualquier precio, haré cualquier cosa, ¿no puede alargarlo? Unos cuantos años más.»
- Depresión: «No me importa nada, estoy tan triste, ¿porque preocuparme por las cosas?»; «Me moriré . . . ¿qué sentido tiene todo?»
- Aceptación: «Todo irá bien.»; «No puedo luchar, Vale más que me vaya preparando.»
Hagamos el ejercicio de traducirlo con ejemplos de procesos laborales. Ejemplo: Me han cambiado la manera de visitar a los clientes. ¿Me han subido los objetivos en un mercado que anda disminuyendo hace años? … Eso no me puede pasar a mí…
Kübler-Ross aplicó originalmente estas etapas a cualquier forma de pérdida personal traumática (trabajo, sueldo, libertad). Esto incluye la noticia sobre la muerte de un ser querido, divorcio, adicción, o infertilidad. Kübler-Ross también mantiene que estas etapas no necesariamente siguen siempre el orden anotado arriba, ni son los pasos que todos los pacientes experimentan, aunque, dice, una persona experimentará como mínimo dos.
Algunos han hecho ver que cualquier cambio personal significativo puede elicitar estos cambios. Cualquier persona que anticipe cambio en sus decisiones o los prevea en otros individuos bajo su responsabilidad, debería focalizar sus energías en acelerar el paso al estadio de aceptación si quiere evitar los costes de permanencia larga en estos estadios previos. No reconocer que indefectiblemente habrá un viaje necesario a través de los estadios sería engañoso. Forzar el viaje, sería antinatural. Todo tiene su proceso.
Un cambio de condiciones o circunstancias desencadena reacciones similares, no es necesario que sea negativo, sólo es necesario que sea suficientemente significativo y ya puede causar una respuesta similar parecida a la de pérdida. (Scire, 2007). Aceptar una nueva posición de trabajo, por ejemplo, provoca que uno pierda la rutina, los compañeros del trabajo, la conducción rutinaria hacia el trabajo, los puestos habituales para comer, etc.
El factor más común de crisis, es cuando la persona no tiene la capacidad de cambiar su situación, como mínimo no sin una pérdida considerable. El estrés más elevado se produce cuando no hay nada a nuestro alcance para intervenir.
Este modelo funciona igualmente en muchos otros que no necesariamente caen bajo la categoría del duelo descrito. Cualquier cambio en nuestra zona de confort implica cambio.
Nuestro cerebro está cableado de manera que sólo reacciona a cambios. Las neuronas visuales, por ejemplo, tratan de procesar sólo la información que se modifica cada vez que deben enviarla al cerebro con el fin de ahorrar conexiones sinápticas. Estamos acostumbrados a trabajar con rutinas. Tenemos una resistencia innata al cambio desde hace mucho tiempo, desde la creación de nuestro cerebro límbico como mamíferos, y luego en la evolución del córtex frontal ya en la fase de evolución como primates y género Homo. Todo se nos ha cableado para reaccionar ante los cambios del entorno. Sea para protegernos de los predadores felinos de la sabana, o para detectar a los animales que teníamos que cazar por nuestra dieta carnívora.
La conclusión más importante para todos es que en mayor o menor medida casi cada día estamos pasando por cambios. Y cuando hay cambios indefectiblemente pasamos por algunas de estas cinco o siete etapas. A veces nos instalamos en una etapa más tiempo que en la otra. A veces nos saltamos etapas. A veces pasamos tan rápido por etapas que no nos damos cuenta de que ha pasado. A veces volvemos atrás. Pero una cosa está clara: Si queremos estar bien con nosotros mismos vale más que lleguemos rápidamente a la fase de aceptación.
Y otra cosa más clara todavía. No pretenden llegar directamente. Hay que hacer todo el proceso de duelo, o nos quedarán vacíos, frustraciones mal digeridas.
Algunas consideraciones finales provenientes de médicos que han estado acostumbrados a dar malas noticias durante mucho tiempo: Del libro «El Cerebro del Rey» del Neurólogo Nolasc Acarin Tusell sacamos las siguientes recomendaciones: «Desgraciadamente los médicos acostumbramos a estar más interesados por la enfermedad que por el enfermo. Hay que cuidar la vida, y evitar el sufrimiento. Hay que alargar la vida no la muerte. Cuando un paciente no tiene posibilidades de recuperación hay que evitarle la práctica de exploraciones y tratamientos inútiles para mejorar su vida.»
El Dr. David Servan-Schreiber en su libro «Anti-Cáncer una nueva forma de vida», destina todo el capítulo 8 de su libro a explicar cómo dar las noticias de duelo. Así relata cómo comunicó la maldición a su padre: «Por lo general lo que más cuesta es dar la noticia a los que más amamos. Durante años antes de encontrarme yo mismo en esta situación, había ofrecido una charla dirigida a los médicos de mi hospital titulada «Cómo dar malas noticias». Pronto descubrí que el ejercicio era mucho más complicado cuando tuve que aplicármelo a mí. … Cuando mi padre descolgó el teléfono, al otro lado del Atlántico, le noté contentísimo de oírme. El corazón me dio un vuelco. Me sentía como si me dispusiera a clavarle un puñal en el pecho. Paso a paso, fui siguiendo las reglas que yo había enseñado a mis colegas.
Primero: Presentar sucintamente los hechos como son: «Papá, acaban de decirme que tengo un tumor cerebral. Todas las pruebas lo confirman. Es bastante grave, pero no del tipo más maligno. Al parecer se puede vivir unos cuantos años y no produce mucho sufrimiento».
Segundo paso: Esperar. No llenar el silencio con palabras vacías. Oí, que se atragantaba. «Oh, David, esto no puede ser (¡Negación!) …») Normalmente no bromeábamos con cosas así. Sabía que me había entendido a la primera. Esperé un poco más. Me lo imaginaba ante su mesa de despacho sentado en la postura que tan bien conocía, muy recto, listo para hacer frente a la cuestión que se le presentaba de repente, como había hecho toda su vida. Nunca le había dado miedo luchar, ni en las circunstancias más adversas.
Pasé a la fase tres: Hablar de los pasos concretos. «Voy a buscar un cirujano que me opere lo antes posible y dependiendo de lo que encuentren en el curso de la operación decidiremos si hacemos radioterapia o quimioterapia». Él me había oído y había aceptado. (¡Aceptación!)
Investigación: Como siempre toca, de cara a aplicar el método científico replicabilidad, y falsabilidad, pasamos al método Cochrane basado en la evidencia: Un estudio de febrero de 2007 hecho con individuos de la Yale University obtuvo algunos resultados consistentes con la teoría de los cinco estadios sin embargo algunos otros resultaron inconsistentes. Hoy todavía no hay suficientes estudios para hacer meta-análisis de esta teoría.
Referencias
▪ Kubler-Ross, E (1973) On Death and Dying, Routledge
▪ Acarin Tusell, Nolasco. (2001) «El Cerebro del Rey: Vida, Sexo, Conducta, Envejecimiento y Muerte de los Humanos»
▪ David Servan-Schreiber (2007). «Anti-Cáncer una nueva forma de vida».
▪ Kubler-Ross, E (2005) On Grief and Grieving: Finding the Meaning of Grief Through the Five Stages of Loss, Simon & Schuster Ltd
▪ Scire, P (2007). «Applying Grief Stages to Organizational Change.
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