Josep Valls

Escritor Español

Eutanasia y dilemas modernos

por | Dic 14, 2024 | Blog | 0 Comentarios

¿Qué tienen que decir las religiones sobre los dilemas modernos? Spoiler: Nada

Vivimos en un mundo en el que las cuestiones éticas y sociales se presentan con una complejidad que los antiguos autores de los llamados textos sagrados jamás hubieran podido anticipar. Temas como la eutanasia, el aborto, la gestación subrogada, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la adopción por parte de parejas LGBTQ+ no solo no figuran en los libros religiosos, sino que resultan completamente ajenos a las realidades históricas en las que dichas escrituras se originaron. Y, sin embargo, muchas religiones y sus líderes siguen pretendiendo ofrecernos directrices morales inquebrantables frente a estos retos contemporáneos.

La brecha entre las escrituras antiguas y los problemas modernos

La Biblia, el Corán, el Tanaj, los Vedas… estos textos, por más que tengan un valor histórico y cultural, fueron redactados en sociedades donde la ética, la ciencia y la comprensión del mundo se hallaban en un estado embrionario. Ni siquiera existía un concepto claro de derechos humanos, y menos aún las herramientas científicas y el conocimiento acumulado que hoy poseemos. ¿Cómo podrían tener respuesta para dilemas actuales como la eutanasia? En la Edad de Hierro, la muerte era algo aceptado como parte del ciclo natural de la vida, no un evento sobre el cual uno pudiera ejercer control ético o personal.

Lo mismo ocurre con el aborto. En sus textos de referencia, las religiones antiguas apenas tratan la cuestión del valor de la vida en el útero, y desde luego, no se plantean el debate desde el prisma actual de la autonomía de la mujer, la salud reproductiva, o la perspectiva de género. Esa visión simplemente no existía. Pretender que uno de estos textos aporte luz sobre el derecho a decidir es anacrónico y absurdo. Para ilustrar cómo las escrituras sagradas reflejan las éticas de su tiempo y, en muchos casos, promueven prácticas que hoy consideramos moralmente inaceptables, veamos algunos ejemplos concretos:

En el Antiguo Testamento, específicamente en Levítico 25:44-46, se permite la posesión de esclavos procedentes de otras naciones. Esto refleja una sociedad donde la esclavitud era una práctica común y aceptada. En el Nuevo Testamento, aunque hay pasajes que abogan por la igualdad, como Gálatas 3:28, también se instruye a los esclavos a obedecer a sus amos (Efesios 6:5), lo que sugiere una aceptación tácita de la estructura social esclavista.

El Corán contiene varios versículos que regulan y permiten la guerra en contextos específicos, como la defensa de la comunidad musulmana. Por ejemplo, el versículo 9:5, conocido como el «versículo de la espada», ha sido interpretado de diversas maneras, pero históricamente ha sido utilizado para justificar conflictos armados. Además, la esclavitud también está mencionada en el Corán, regulando su práctica en lugar de abolirla, lo que refleja una aceptación de la esclavitud en la sociedad de la época.

En el Tanaj, particularmente en el libro de Josué, se narran episodios de exterminio total de pueblos enteros, como la conquista de Canaán, donde se ordena la destrucción completa de ciertas comunidades. Muchos estudios han contabilizados en millones los muertos atribuibles al Dios de la Biblia. Todos estos relatos reflejan una ética de guerra y conquista que hoy consideramos moralmente inaceptable.

Los Vedas, textos sagrados del hinduismo, establecen un rígido sistema de castas que determina la posición social y las ocupaciones de las personas desde su nacimiento. Esta estructura social jerárquica y discriminatoria contrasta con los valores modernos de igualdad y movilidad social. En el Bhagavad Gita, se presenta la guerra como un deber sagrado para los guerreros de la casta Kshatriya, justificando la violencia en aras del deber y el honor.

Este enfoque justifica la violencia en contextos específicos, algo que choca con las perspectivas contemporáneas de resolución pacífica de conflictos.

Interpretaciones al servicio del status quo: Cada vez que una religión toma postura sobre estos temas, no está reflejando una verdad inmutable dictada por una divinidad. Lo que hace es exponer, con mayor o menor sutileza, la posición del grupo de poder que dirige dicha religión. Estas posturas suelen ser conservadoras porque sus líderes se aferran a interpretaciones obsoletas que no soportan el escrutinio de la razón ni el contraste con la realidad social actual.

La homosexualidad, por ejemplo, considerada por algunos textos antiguos como una “abominación”, responde a concepciones culturales, económicas y demográficas de sociedades primitivas que valoraban ante todo la perpetuación del clan. Hoy sabemos que la diversidad sexual es parte natural de la condición humana, y hemos avanzado hacia el reconocimiento de derechos fundamentales para la comunidad LGBTQ+. Pero una iglesia, mezquita o sinagoga aferrada a interpretaciones literales del pasado seguirá oponiéndose, en muchos casos, a estos derechos. No hay revelación divina, hay cerrazón cultural y política.

La ausencia total de referencias sobre dilemas contemporáneos

Si buscamos orientación sobre la gestación subrogada, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la adopción homoparental en cualquiera de estos textos sagrados, no la encontraremos. Simplemente, estas cuestiones nunca estuvieron en el radar de quienes los escribieron. Por lo tanto, las posturas religiosas al respecto no provienen de un saber ancestral ni una verdad revelada, sino de un esfuerzo por mantener el control moral y social sobre sus fieles, a pesar del paso de los siglos.

Una moral que evoluciona con la sociedad

La moral no es estática. Ha cambiado y evolucionado con el tiempo, a medida que la humanidad va comprendiendo mejor el mundo y desarrollando una empatía más amplia y una visión más informada. Consideremos el tema de la esclavitud: durante siglos, estuvo normalizada e incluso avalada por interpretaciones religiosas. Hoy, resulta evidente que la esclavitud es una atrocidad moral. ¿Qué cambió? Nosotros. Nuestra sociedad avanzó, y lo hizo a pesar de las religiones, que, con demasiada frecuencia, se han erigido en guardianas de un status quo arcaico.

¿Por qué seguir consultando fuentes desactualizadas?

Recurrir a textos religiosos para resolver los grandes dilemas de nuestro tiempo es como intentar gestionar una granja de última generación utilizando un manual de agricultura de la Edad de Piedra. No tiene sentido. Para abordar la eutanasia, el aborto, la gestación subrogada, el matrimonio igualitario o la adopción por parejas LGBTQ+ necesitamos herramientas modernas: la razón, el conocimiento científico, la empatía, los derechos humanos y el diálogo social. Estos valores no se encuentran en páginas milenarias que reflejan cosmovisiones superadas, sino en la capacidad humana de aprender de su pasado y proyectar un futuro más justo.

La próxima vez que alguien argumente que la eutanasia, el aborto o el matrimonio homosexual son “inaceptables” porque “Dios lo dijo”, recuerda que Dios no ha dicho nada sobre estos temas en ningún texto sagrado. Son interpretaciones manipuladas con fines políticos, sociales o culturales. Los dilemas del presente deben resolverse con la luz de la razón y el humanismo, no con la sombra del dogma.

La sociedad avanza y, con ella, nuestras concepciones sobre la vida, la muerte, la familia, el amor y la dignidad humana. Dejemos de consultar a quienes se quedaron en el pasado. Los debates de hoy merecen mentes abiertas, no ojos cerrados por la superstición.

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